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viernes, 28 de marzo de 2008

UNA POLÍTICA DE CIVILIZACION


UNA POLÍTICA DE CIVILIZACION
Edgar Morin

En el siguiente artículo, publicado por primera vez en Transversales Science Culture No. 32, el autor
desarrolla la idea de una política de civilización que no reduce el pensamiento y la acción de la política,
sino que lo que busca es volver a darle sentido, transformándose en una herramienta compleja que dé
respuesta a problemas considerados hasta hoy como privados o existenciales, o analizados
parceladamente frente a la realidad.
LOS MALES DE LA CIVILIZACIÓN
Los desarrollos de nuestra historia revelaron males de civilización allí donde esperábamos
logros. También, problemas juzgados periféricos deben devenir centrales, problemas
considerados privados o existenciales deben devenir políticos, problemas no económicos deben
hallar una solución económica. Estos problemas son los que hicieron surgir el revés de la
individualización, el revés de la tecnificación, el revés de la monetarización, el revés del
desarrollo, el revés del bienestar.
• La individualización cuyas virtudes no se trata de subestimar de ninguna manera, tiene
por revés la degradación de antiguas solidaridades y la atomización de las personas. Por cierto,
el Estado asume de más en más las funciones de solidaridad pero de manera anónima,
impersonal y tardía. Se volvió según la expresión de Octavio Paz un “Ogro Filantrópico”. Por
cierto, la cáscara de la familia nuclear tienden a replegarse de manera protectora, pero ahí
también hay crisis con la fragilidad del matrimonio, y la errancia de los amores. De esta manera
se acrecientan y se agravan las soledades en todas las clases de la sociedad, más horribles allí
donde hay pobreza.
• El revés de la tecnificación es la invasión de sectores cada vez más amplios de la vida
cotidiana por la lógica de la máquina artificial que introdujo en ella su organización mecánica,
especializada, cronometrada y que sustituye con la relación anónima a la comunicación
persona a persona. Ella tiende a hacer de la vida social una gigantesca máquina automática.
• El revés de la monetarización es la necesidad de sistemas crecientes de dinero para
sólo sobrevivir, y la disminución de la parte del servicio gratuito, del don, es decir de la amistad
y de la fraternidad.
• El revés del desarrollo, es la carrera del crecimiento pagando el precio de las
depredaciones en la calidad de la vida además del sacrificio de todo lo que no obedece a la
competitividad. Más profundamente, el desarrollo surgió y favoreció la formación de enormes
maquinarias tecnoburocráticas que por un lado dominan y aplastan todos los problemas
singulares, concretos y por otro lado, producen irresponsabilidad.
El caso de la sangre contaminada, es un caso ejemplar donde se concentran las
carencias, los estragos de una organización tecno-burocrática-científica, donde la sangre se
transforma en una mercadería sometida a la rentabilidad económica.
Con el bienestar, se desarrolla el malestar. La mayoría de las enfermedades tienen una
doble entrada, una entrada somática y una entrada psíquica. No hay que olvidar la tercera
entrada, social y civilizacional. Asimismo, las tragedias de la adolescencia de los suburbios no
constituye una mal local y periférico, pero sí la expresión local y periférica de un mal general
más difuso. Lo que se llama el mal de los suburbios y problema de la ciudad son traducciones
de simplificaciones en términos topográficos de los problemas de una civilización que se ha
tornado casi exclusivamente urbana y suburbana.
El PBI, la tasa de crecimiento, son incapaces de rendir cuentas de los procesos de
degradación de nuestra civilización. El problema no es más entonces el del desarrollo
sustentable. Es el de la civilización sustentable.
Anonimización, atomización, mercaderización, degradación moral, malestar, progresan de
manera interdependiente. La pérdida de responsabilidad (en el seno de las maquinarias
tecnoburocráticas compartimentadas e hiperespecializadas) y la pérdida de la solidaridad
(debido a la atomización de los individuos y a la obsesión del dinero) conducen a la
degradación moral, dado que no hay sentido moral sin sentido de la responsabilidad y sin
sentido de solidaridad.
LAS RESISTENCIAS
Hemos evocado aquí tendencias dominantes. Pero nada de esto se ha cumplido, porque
contratendencias han aparecido y se ha desarrollado. Son éstas las que hay que tratar de
reunir, hacer converger e integrar en una política de civilización.
Asimismo, los individuos resisten a la atomización y a la anonimización por la multiplicidad
de los amores, el entretenimiento de las amistades, las barras de amigos. Ellos resisten a la
urbanización generalizada adoptando comportamientos neo-rurales, fin de semanas y
vacaciones, el retorno a alimentos rústicos, la compañía de gatos y perros. Pero estas
resistencias son frágiles: los amores se quiebran las barras se dispersan, la sexualidad liberada
es golpeada por el SIDA, neo-naturismos y neo-ruralismos son apenas instantes de remisión.
Una nueva resistencia ha nacido desde la toma de conciencia ecológica, la extensión del
desempleo y la desertificación de las ciudades: microtejidos de la sociedad civil tratan de
reaccionar por ellos mismos y abren perspectivas de una economía evidentemente herética a
los ojos de los economistas, la economía de la calidad de vida y de la convivencialidad. Pero
estas iniciativas son locales y dispersas. No hay que sistematizarlas pero sí sistemizarlas, es
decir religarlas, coordinarlas para que constituyan un todo. Hay que hacerlas emerger a la
política para que tomen figura constituyente de una política de civilización. Mientras que
solidaridad, convivencialidad, moralidad, ecología, son pensadas separadamente, la política de
civilización las concibe en conjunto y propone una acción de conjunto. Solidarizar,
responsabilizar, moralizar son interdependientes hay en cada uno y en todos un potencial de
solidaridad que se revela en circunstancias excepcionales y hay en una minoría una pulsión
altruista permanente. No se trata entonces de promulgar la solidaridad pero sí de liberar la
fuerza de las buenas voluntades y de favorecer las acciones de solidaridad.
Casas de solidaridad podrían ser generalizadas en ciudades y en barrios: ellas
comportaría un centro de recepción para las necesidades morales urgentes y un cuerpo de
voluntarios y profesionales en permanencia disponible para todas las necesidades otras de las
que depende los servicios sociales del Estado (policía, instituciones de ancianos, etc.). Dentro
de esta lógica, podríamos disponer de agentes solidaristas en las comisarías, en cada
administración, en todos los sitios estratégicos.
Al mismo tiempo, podríamos favorecer una economía solidaria que prolongaría bajo
nuevas formas la economía mutualista. Iniciativas apoyándose sobre las solidaridades locales
o suscitando estas solidaridades; formación de cooperativas o asociaciones sin fines de lucro
para asegurar servicios sociales de proximidad.
Podríamos contemplar la transformación de parte del servicio militar en servicio de
asistencia-solidaridad a las desgracias exteriores (Europa, África).
Solidaridad-religancia-responsabilidad son los componentes de una conducta moral.
Como toda ética, requiere una fe, la fe conjuntamente madre de la Fraternidad y de la
comunidad que alimentan la ética de la responsabilidad. Francia dispone de una herencia de Fe
cívica republicana patriótica; ella dispone de una herencia de universalismo que puede
alimentar una fe europea y más ampliamente una fe de pertenencia a una comunidad de
destino humano.
Son Fe que deberían ser despertadas y regeneradas para que alimenten morales de
apertura y de tolerancia. Hay que obrar por la moralidad en y por el comportamiento.
Convivencializar, solidarizar, regenerar son interdependientes. La convivencialidad que
ha sido descuidada desde que Illich mostró su necesidad y cuya política ecológica es un
componente reconocido, debe ser prolongada, profundizada para prolongar y profundizar la
resistencia espontánea de la sociedad civil en favor de la calidad de vida. Ello comporta
cordialidades y solidaridades de persona a persona, el compartir y la participación de los gozos,
placeres y sufrimientos del otro, prójimo, vecino, visitante.
La Homogeneización, la estandarización, tienden a destruir las diversidades culturales y al
desenraizamiento. Hay una angustia difusa pero real de la pérdida de la tierra. Hay que
reencontrar su tierra, no sólo la tierra de Francia, hoy amenazada por la desertificación, sino
también el planeta Tierra que debemos salvaguardar en su diversidad viviente y humana de las
depredaciones múltiples que la amenazan. El regeneramiento que nosotros sugerimos combina
el regeneramiento francés, el regeneramiento europeo, el regeneramiento terrícola. El
regeneramiento francés permite la autoafirmación de Francia en su singularidad; su principio
universalista abierto permite una voluntad de autoafirmación europea donde Europa es una
respuesta vital a los desafíos de la era planetaria, siendo el mismo un ejemplo universal de
asociación para afrontar la crisis planetaria. El patriotismo francés y el europeísmo deben ser no
opuestos sino ligados. La Europa de las Patrias así como las patrias metaprovinciales deben
salvaguardar la identidad de sus regiones.
Convivencializar, solidarizar, regenerar, pueden encontrar ahora una expresión territorial y
económica. Territorialmente, se trata de repoblar el desierto humano, la desertificación no es
sólo rural; es urbana en el sentido en que el proceso de deshumanización hace estragos en la
ciudad. Pero, y es una vez más otra forma de resistencia, el éxodo urbano comienza a
reemplazar al éxodo rural. Podemos contemplar la transformación de las aglomeraciones
urbanas en ciudades y la regeneración de las aldeas en pueblos.
Económicamente, la ecología devino vital y rentable. La calidad de vida debe devenir
vital y rentable. Podemos ahora contemplar y animar oficios y empleos para reducir al mismo
tiempo el desierto desconvivencializado, el desierto rural, reuniendo y desarrollando ideas
provenientes de iniciativas todavía dispersas e insuficientemente amplificadas. Nuestro sistema
educacional destruye las aptitudes intelectuales que son vitales, destruye la posibilidad de
concebir su propia sociedad, su propia vida, sus propios problemas. La reforma del
pensamiento unidimensional y fragmentario que produce este sistema permitiría evitar muchos
despilfarros y muchos errores. Ello favorecería el renacimiento de la responsabilidad que ha
sido siempre degradada dentro de la compartimentalización y la especificación del mundo
tecnoburocrático. La política de civilización debería comportar una reforma del pensamiento. Es
decir, una reforma de la educación que sería destinada a aprender a contextualizar y globalizar
informaciones y conocimientos. La reforma del pensamiento constituye un objetivo capital de la
política de civilización.
EL EJEMPLO FRANCÉS
Hemos formulado aquí el mensaje de una política de civilización dentro del marco francés
pero también europeo, lo que también vale para el mundo. La excepción francesa debe ser
mantenida justamente para poder proponer un ejemplo francés. El ejemplo puede aún más
venir de Francia, quien rica en sus tradiciones de bien-vivir sufre más que otros países de
Europa del mal-vivir.
El objetivo de la política de civilización, cuya manifestación es el bien-vivir y no el
bienestar que, reducido a sus condiciones materiales, produce malestar.
Se trata de una tarea, a largo plazo, de importancia histórica. Ella debe desarrollarse sobre
este último decenio y prolongarse más allá. Esta política de resistencia a la nueva barbarie lleva
en sí el principio de una esperanza concreta y permite la reconstrucción de un porvenir. Ella
llama al mismo tiempo a la conquista del presente, la regeneración del pasado y la
reconstrucción del futuro.
La política de civilización no reduce el pensamiento y la acción de la política. Le
vuelve a dar sentido. Hay que integrar a la política a la política de civilización.

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